Mi cabeza no va a descansar ni aunque mi hijo aparezca muerto

Ana Alarcón, con la foto de su hijo. / M. Gámez
Ana Alarcón, con la foto de su hijo. / M. Gámez

Fuente: diariosur.es


Cinco años después de la desaparición del montañero Juan Antonio Gómez Alarcón, su madre cuenta la «locura» en que se ha convertido su vida.


El pasado 20 de julio se cumplieron cinco años de la desaparición de Juan Antonio Gómez Alarcón, el experto montañero, espeleólogo y senderista, autor de la ‘Guía de la Sierra de Mijas’, que de estar vivo tendría ahora 37 años. Su madre, Ana Alarcón, recibe a SUR en el diseminado de Valtocado, en la casa de una de sus hijas, repleta de fotos del hermano del que nunca volvió a saber esta familia destrozada por el dolor.


La madre, de 61 años, que no es de muchas palabras, necesita tener al lado a sus dos hijas, Ana y Carmen (José es el mayor, de 40 años, y Juan Antonio es el tercero de los cuatro) para no sentirse más vulnerable aún. Viste una camiseta con la cara de su hijo y el nombre del blog que informa del suceso y de las campañas organizadas para encontrarle. Una familia que no para de buscarle, aunque el caso se archivara en 2012. Con ellas no están ni el padre, José, ni el hijo mayor ni, como es de esperar, los tres nietos, a quienes el montañero no llegó a conocer porque su hermana Carmen estaba embarazada de ocho meses de su primer hijo (Ángel), cuando ocurrieron los hechos.


Fue el 20 de julio de 2010 cuando Juan Antonio le dijo a su madre que esa noche no dormía en casa. Se fue con sus enseres habituales cuando iba a hacer una ruta de un par de días: mochila, bastón para andar, cantimplora y frontal. No llevaba móvil (no hay coberturas en las cuevas) ni documentación. Nunca los llevaba.


«Cada día me encuentro peor. Desde luego, para mejor no va una. Yo digo que tengo la cabeza de cartón» (rompe a llorar, como hará tras cada pregunta formulada y, de forma mecánica, hace uso de un pañuelo de papel). Ana Alarcón tiene la mirada perdida, ausente, lejos de toda realidad, a pesar de que ha demostrado ser una mujer fuerte, que no ha necesitado ayuda psicológica ni ha tomado medicamentos de manera habitual, pero que vive con una incertidumbre que apenas le deja dormir. «Cuando la cosa se pone peor, me tomo una tila. No voy ni al médico. No quiero pastillas. Algunas veces me levanto a medianoche, cuando no puedo dormir y me espabilo. Otras veces me acuesto tarde, porque no puedo dormir, y me levanto tarde. Prefiero levantarme a tomarme una pastilla. Entonces, me pongo a leer. Esto es una locura».


Ana Alarcón apenas sale de su vivienda (vive en Mijas Pueblo, en El Barrio) si no es para comprar algo en una tienda cercana o para vender productos de Avon, uno de los escasos momentos en los que desconecta de su cruda realidad. «No saber si tu hijo está vivo o muerto es peor aún que saber que está muerto. Pero mi cabeza no va a descansar ni aunque mi hijo aparezca muerto». Cuando se le pregunta cómo le cambió la vida a raíz de la desaparición de su hijo Juan Antonio, un nudo en la garganta le impide hablar durante más de un minuto: «¡Ojú!, como de la noche al día. Antes, iba al bar con mi marido algún fin de semana. Ahora no salgo ni a comer. Todos los días son duros. Me dijo ‘esta noche no vengo a cenar’. Lo veo salir por la puerta y no lo veo entrar. Algunos días las ganas (de vivir) no aparecen por ningún lado. Otros días me digo que hay que echarle ganas».


En la familia, aunque a veces se pongan en lo peor, no descartan que esté vivo. «Pudo morir en una cueva o atropellado cuando andaba por carretera de La Cañada a Ojén, porque una persona lo vio en el autobús que va de Mijas a La Cañada y otra lo vio en el que va de La Cañada a Ojén», según afirma una hermana. «La esperanza es lo último que se pierde», añade la madre.


Un atisbo de esperanza para acabar con este infierno fue el cadáver que se encontró hace escasos meses en el pozo de La Concha de Marbella. Aunque extraoficialmente le comentaron a Carmen que no se parece a su hermano, aún no tienen datos de las pruebas de ADN y tanto la edad como el número de calzado (el 42) de una bota hallada por un vecino mijeño en la cantera de Los Arenales coinciden con Juan Antonio. Las hermanas no paran de organizar actividades de búsqueda o de crear objetos con su imagen (camisetas, chapas o bolsos). Se agarran a que haya sufrido un desmayo, un daño cerebral o una caída que le haya producido amnesia. «Esta locura no sabe una cómo llevarla. Yo le diría a otras madres que no pierdan la esperanza de encontrar a su hijo».


Juan Antonio comenzó a escribir la ‘Guía de la Sierra de Mijas’ con 14 años y dedicó ocho años de su vida a relatar todas las rutas, la rica flora y la fauna del municipio mijeño. Su madre recuerda el motivo que le llevó a dedicarse a este proyecto: «Me decía que se le ocurrió escribir el libro porque muchas veces, cuando estaba en la sierra, se encontraba con gente perdida y quería que nunca se perdiera nadie». Paradojas del destino, Juan Antonio desapareció en la sierra o camino de ella.