Ni vivos ni muertos

Fuente: publico.es


Cada año se denuncian en España cerca de 20.000 desapariciones. Un 85% se resuelve en los 15 días siguientes; otras tardan años. En una decena de casos, la Policía sospecha que se ocultan crímenes

Ruth y José Bretón Ortiz, de 6 y 2 años de edad, desaparecieron en Córdoba el 8 de octubre. Casi un mes después, su paradero sigue siendo una incógnita, pese a que la Policía ha detenido al padre como sospechoso y ha rastreado hasta la extenuación una finca de la familia paterna en busca de algún indicio sobre su paradero. 


En España se denuncian cada año cerca de 20.000 desa-pariciones, un 8% de las cuales son calificadas como de "alto riesgo". Del total , aproximadamente el 85% se resuelve en los 15 días siguientes, según datos de las Fuerzas de Seguridad. El resto, sin embargo, lleva más tiempo. Años, a veces. Algunas tienen un final feliz. Otras desembocan en el depósito de cadáveres. Pero también las hay que nunca terminan de aclararse. Sus protagonistas no aparecen ni vivos ni muertos, y los policías se enfrentan a un callejón aparentemente sin salida. 


Cerca de un 8% de las desapariciones son catalogadas de "alto riesgo"

En una decena de estos últimos casos, los agentes están incluso convencidos de que el desaparecido ha sido víctima de un homicidio y, a veces, hasta tienen un sospechoso del mismo. Pero no hay pruebas. "Y, sin cadáver, es muchísimo más difícil encontrarlas", reconoce un teniente de la Guardia Civil especializado en estos casos. La Justicia también tiene serias dificultades para condenar a estos sospechosos si no se halla el cuerpo, aunque a veces lo logra. 


Junto a la frustración policial, estos casos acumulan también el dolor de las familias de los desaparecidos. Flor Bellver, presidenta de Inter-SOS, una asociación que aglutina a decenas de ellas, asegura que "no saber qué le ha pasado a un familiar es lo peor. Muchos de nuestros socios me dicen que no quieren morirse sin saber qué le pasó a su ser querido". De idéntica opinión es Fran Jiménez, coordinador de SOS Desaparecidos, otra asociación que acoge a familias que nunca volvieron a saber de alguno de sus miembros. Desde su web, intenta dar a conocer los casos, sean antiguos o recientes, para que no caigan en el olvido. "En menos de tres horas, 259.000 internautas se descargaron las fotos que colgamos de Ruth y José [los niños de Córdoba]. Tenemos 25.000 cibervoluntarios", asegura con orgullo.


Interior creó hace sólo dos años una base común para todas las policías

Ambas asociaciones aplauden la decisión que hace poco más de dos años tomó el Ministerio del Interior de crear un protocolo de búsqueda de desaparecidos y de reunir toda la información sobre ellos en una base a la que tienen acceso no sólo la Policía y la Guardia Civil, sino también la Ertzaintza, los Mossos d'Esquadra y la Policía Foral de Navarra. Incluso se creó un Sistema de Alerta por Desaparición de Alto Riesgo (Sadar) para acelerar la búsqueda en aquellos casos de "alto riesgo" en los que se teme un riesgo para la víctima. 


"Se ha conseguido eliminar duplicidad de denuncias y borrar de los archivos muchos de los casos resueltos tras la vuelta voluntaria de las personas pero cuyas familias olvidaron retirar la denuncia", señalan fuentes de Interior. El sistema también incluye el cruce de datos antropométricos de los desaparecidos y de las muestras de ADN de sus familiares con los cadáveres sin identificar que hay en las morgues, más de 3.000.


Sin embargo, las familias aún echan de menos ayuda. "Falta un asesoramiento jurídico y psicológico, sobre todo cuando son casos de larga duración", denuncia la presidenta de Inter-SOS. Fran Jiménez también critica el papel de la prensa: "De los casos mediáticos se informa dos semanas en el mejor de los casos y luego, el silencio. De otros, ni eso. Al final, todos acaban en el olvido". Público ha rescatado cinco de esas desapariciones "de alto riesgo".


Los agentes cruzan las denuncias con datos de cadáveres sin identificar

Juan Bergua recuerda el último día que vio a su hija Cristina como si hubiera sido ayer mismo. Y, sin embargo, han pasado más de 14 años. El domingo 9 de marzo de 1997, Juan y su mujer salieron a dar una vuelta por Cornellá (Barcelona), donde aún viven, y se despidieron de su hija, que estaba escuchando música en la habitación de su hermano mayor. Ella les dijo que más tarde saldría con sus amigos. Nunca más volvieron a verla.


Las familias critican la falta de apoyo psicológico en casos de larga duración

Aquella misma noche, cuando vio que su hija "que siempre avisaba cuando se iba a retrasar" ni llegaba ni telefoneaba, se fue a la comisaría e intentó poner una denuncia. "Los policías no quisieron aceptarla porque me dijeron que era necesario esperar unas horas". Al día siguiente, regresó y la formalizó. Desde entonces, nada o casi nada. "Cuatro meses después recibimos un anónimo que nos decía que buscásemos en los contenedores de basura. Se lo llevamos al juez, quien tardó otros 11 meses en autorizar el registro del vertedero. Fueron sólo ocho policías y no hallaron nada", recuerda. Juan no puede evitar comparar aquellos momentos con el caso de Marta del Castillo: "Ha sido todo un avance que ahora la Justicia se lo tome en serio y realizase en Sevilla un rastreo a conciencia del vertedero, con la participación de más de 200 agentes".


Juan creó la asociación Inter-SOS después de coincidir en un programa de radio con otras parejas que buscaban a sus hijos. Desde entonces, ha luchado por conseguir una mayor implicación de la Administración. "Ahí está el protocolo, la base que unifica los datos...". Y, aunque no lo diga, la aprobación por el Congreso del 9 de marzo como Día de los Desaparecidos sin causa aparente. La misma fecha que él vio por última vez a su hija. 


A Yeremi se lo tragó la tierra el 10 de marzo de 2007 en Vecindario, una localidad de 10.700 vecinos a 37 kilómetros de Las Palmas de Gran Canaria. Yeremi, de 7 años, jugaba con dos de sus primos en un terreno al lado de su casa. La abuela, Herminia, les llamó para comer. Dos de los niños subieron, pero Yeremi, no. No se escucharon gritos ni quedaron señales de lucha ni pisadas en el suelo. Desde entonces, no se ha vuelto a saber nada de él, informa Susana Hidalgo.


A Herminia, la abuela, la reciente desaparición de los niños de Córdoba le ha hecho recordar los primeros días de la pérdida de su nieto. "La portavoz llamando a la calma, la casa que se llenaba de gente que entraba y salía... Todo como nos pasó a nosotros", rememora. Su marido, Antonio, salió durante mucho tiempo diariamente a rastrear los pozos de la isla, pero ya no lo hace. "No le queda lugar donde buscar", señala su mujer. La madre del niño, Ithaisa, ha dado a luz recientemente y tiene otro hijo, Aidan. Ella repite que el hombre que se llevó a Yeremi cometerá un error en cualquier momento y caerá.

De la misma forma piensa Herminia, que agradece el esfuerzo de los guardias civiles que siguen el caso. "Estoy segura de que Yeremi está vivo. Los agentes vienen de vez en cuando y se toman un café en casa. Es una inyección de ánimo saber que están", concluye.


"El mismo georradar con el que están buscando a los niños en Córdoba ha estado aquí [en Aguilar de la Frontera] tres veces ya, intentando encontrarla". Antonio es hermano de Ángeles Zurera, una mujer que desapareció hace más de tres años de su casa, de madrugada, mientras uno de sus hijos dormía y el otro jugaba a la videoconsola. Alguien llamó a la puerta, la mujer abrió y nunca más se supo. Sus hijos no la echaron de menos. Al día siguiente, cuando no llegó a trabajar, sus compañeras denunciaron su desaparición, informa Alfonso Alba.


Desde marzo de 2008, la Guardia Civil no ha dejado de buscarla. De hecho, en dos semanas está previsto un nuevo rastreo. La jueza de Aguilar que instruye el caso ha autorizado excavar en los cimientos de una nave industrial a las afueras de este pueblo cordobés en los que un nuevo testigo sitúa el paradero de la mujer.


En estos casi cuatro años, se ha buscado hasta en diez lugares diferentes. Se han levantado fincas de olivos y vides, se ha buceado en una laguna, se han abierto zanjas en carreteras... Siempre sin éxito. La Guardia Civil siempre sospechó del exmarido, a quien no ha llegado a detener. El hombre fue interrogado, pero nunca se pudo probar nada. 


"Esperadme, que vuelvo enseguida". Pero no volvió. La familia de Juan González lleva más de 23 años buscando a este joven que tenía 18 años la última vez que le vieron. Fue saliendo de un salón recreativo de Altet, la localidad de Alicante donde vivía con su familia. Ángeles, su madre, recuerda que durante todos estos años ha hecho todo lo imaginable por encontrar una pista sobre el paradero de su hijo, pero sin éxito: "Fui varias veces al programa Quién sabe dónde, y me entrevisté con videntes que unas veces me decían que estaba vivo y otras, que muerto".


Ángeles recuerda que sospechó del marido, ya fallecido, de una cuñada, pero cuando le interrogó la Policía negó cualquier relación con la desaparición. "A finales del invierno pasado, le pedí a su mujer que si sabía algo que me lo contase, que en el juzgado me habían dicho que el delito había prescrito, pero insistió en que su marido no tuvo nada que ver". Ángeles, que reconoce que el muchacho tenía encontronazos con su padre, siempre descartó una fuga voluntaria: "Nunca había salido del pueblo y no se llevó ni el DNI". Ahora, después de tantos años, le cuesta creer que aún siga vivo.


La familia de Mari Cielo Cañavete tiene hoy una cita con la Justicia. La Audiencia Provincial de Albacete inicia la vista contra Francisco R. G., el hombre con el que la mujer mantenía una relación sentimental y que está acusado de hacerla desaparecer el 10 de octubre de 2007. Esperanza, la hermana de Mari Cielo, cree, sin embargo, que el juicio no servirá para localizar el cadáver: "Aunque le condenen, sé que no va a hablar", se lamenta con rabia.


Ella aún recuerda cómo después de denunciar la desa-parición, la Policía tardó meses en hacerles caso. "Nos decían que se había ido voluntariamente y que ya volvería por Navidad". Sin embargo, nunca se produjo ese regreso y tuvo que ser un grupo de agentes desplazados desde Madrid los que recomponieran el puzzle de la desaparición. 


"Mi padre siempre sospechó de ese hombre", recuerda. Entonces inició una lucha para sentarle en el banquillo: "Mari Cielo había quedado con él ese día y hay testigos que les vieron juntos en el todoterreno de él, aunque él lo niega". Pese a que el cadáver aún no ha aparecido, el fiscal le acusa de homicidio. "Su condena sería un consuelo, aunque nosotros queremos recuperar el cuerpo".

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