Casos de menores desaparecidos en España

Fuente: lavanguardia.com


Una docena de familias españolas viven angustiadas, desde hace meses e incluso años, la desaparición de sus pequeños que un día se esfumaron sin dejar rastro.


Hoy se cumplen cinco años de la desaparición de Yeremi Vargas. Cinco años de aquel fatídico día en el que el pequeño de sonrisa traviesa y gafitas redondas desapareció mientras jugaba junto a sus primos en el solar que había detrás de su domicilio en el municipio de Santa Lucía de Tirajana (Gran Canaria).

La historia de Yeremi es la de tantas otras familias españolas que viven angustiadas, desde hace ya demasiado tiempo, sin saber nada de sus pequeños.


Actualmente en España existen una docena de casos abiertos de niños desaparecidos. El más reciente, el de los hermanos Bretón, José y Ruth, que desaparecieron mientras pasaban la tarde con su padre en el Parque Cruz Conde de Granada. La detención del progenitor de los dos hermanos, las acusaciones por parte de la madre y las contradicciones que rodean el caso, no permiten arrojar luz sobre el paradero de los niños.


Muchos de los menores desaparecidos que aparecen en el registro de la Policía Nacional han sido secuestrados por sus propios padres o algún familiar. Pero muchos otros menores, simplemente, desaparecen sin dejar rastro.


La isla de Gran Canaria divide su congoja entre los casos de Yeremi y de Sara Morales. La adolescente, de entonces 14 años, desapareció en 2006, cuando se dirigía al centro comercial La Ballena para reunirse con un amigo con el que jamás llegó a encontrarse. En 2010 saltaron las alarmas al localizarse unos restos óseos en un pozo de Jinamar y barajarse la posibilidad de que pudieran ser de Sara. Sin embargo, los restos resultaron no ser humanos. El misterio sobre qué le ha ocurrido sigue latente. Su madre deshecha la posibilidad de que su hija se fuera por voluntad propia y sostiene que alguien que sabía dónde iba a estar se la llevó. La policía dijo a la familia que no era la primera vez que Sara quedaba con chicos a los que había conocido por Internet.

En Mijas, aún no se habían sobrepuesto de la desaparición y asesinato de Rocío Wanninkhof, cuando el primer día del año 2008, la joven irlandesa residente en Málaga, Amy Fitzpatrick, desaparecía cuando regresaba a su casa en la Urbanización Riviera del Sol, después de haber pasado la noche de fin de año en casa de una amiga. Amy, que tenía 15 años cuando desapareció, decidió volver a su domicilio, a las 22 horas, tomando un camino de vegetación poco iluminado. Su amiga explicó a la policía que ella también en alguna ocasión había pasado por ese lugar y que un desconocido la había invitado a subir a su coche.


Y sin salir de Málaga, muchos recuerdan el caso del "niño pintor". David Guerrero desapareció en 1987, con 13 años, cuando iba a la galería de arte 'La Maison' donde exponían una obra suya. Jamás llegó a verla y ya no se supo nada más de él. Es uno de los casos que más quebraderos de cabeza ha dado a la policía. No hubieron testigos, ni pistas, nada. La última línea de investigación que se abrió, condujo a la policía hasta Suiza. Allí pudieron constatar la conexión existente entre David y un ciudadano suizo de avanzada edad. Lamentablemente, el sospechoso falleció dejando sin respuesta muchas incógnitas.


También en Andalucía, concretamente, en Dos Hermanas se sigue esperando la aparición de Josue Monge García, que desapareció en 2006, cuando se dirigía en bici a visitar a un amigo. Lo más estremecedor del caso fue que, pocos días después de la desaparición de Josue -que entonces tenía 13 años-, su padre salio a buscarlo y tampoco regresó. Por ello, tanto la policía como la familia creen que el progenitor tiene algo que ver. En aquel momento, el ambiente familiar no era demasiado bueno: la madre de Josue declaró que estaba pensando en separarse y el pequeño había obtenido malos resultados escolares, por lo que se le habían restringido los horarios y las salidas. Sin embargo, su madre descarta la fuga del menor y sostiene la sospecha de que su marido secuestrara a Josue. A día de hoy no se tiene ninguna pista del paradero de ambos.


Otro caso extraño fue el de Juan Pablo Martínez Gómez, que desapareció la noche de San Juan de 1986. Tenía 10 años. El camión cisterna en el que viajaba con sus padres volcó en el término municipal de Somosierra (Madrid), con el resultado de la muerte de los progenitores y la desaparición del pequeño. Varios testigos presenciales afirmaron haber visto cómo, poco después del accidente, una furgoneta se detuvo cerca del siniestro. Al parecer, el conductor, un hombre que rondaba la treintena, iba acompañado de dos mujeres que pudieron llevarse al niño. Muchas hipótesis se han abierto pero no se llegó a conclusión alguna. Lo que sí se supo es que la familia hizo hasta doce paradas en un trayecto corto que se podía hacer del tirón y que, momentos previos al accidente, el padre de Juan Pablo aceleró hasta ponerse a 140km/h. Los motivos, siguen sin tener un porque.

Uno de los rostros que permanece en la memoria de los barceloneses es el de Cristina Bergua Vera, que desapareció en 1997, cuando tenía 16 años. Vecina de Cornellà de Llobregat, la joven paso toda la tarde de aquel día con su novio, quien fue la última persona en verla con vida. Las amigas de Cristina aseguraron que la adolescente estaba muy agobiada y quería dejar la relación. Javier Román, de 26 años en aquel momento, aseguró haber dejado a la chica en un semáforo en la Carretera de Esplugues. Sin embargo, siempre estuvo en el punto de mira de la policía y, a pesar de caer en contradicciones durante sus declaraciones, nunca se pudo probar nada contra él. Un año más tarde, un anónimo recomendó buscar a la joven en el vertedero del Garraf. El registro duró tres meses pero no se encontró nada.


También en Catalunya, se recuerda la misteriosa desaparición de los hermanos Orrit Pires del Hospital Sant Joan de Déu de Manresa. Dolores, de entonces 17 años, acudió al hospital a estar con su hermano Isidro, de 5, que había sido ingresado para ser operado al día siguiente. La última persona en verlos fue un tío que acompañó a la joven al centro. A la mañana siguiente, se habían esfumado. Ni los médicos, ni las enfermeras vieron nada. En la habitación se encontraron las gafas de Dolores, sin las cuáles no veía bien, y unas mudas de ropa, lo que hacía sospechar que la huída fue precipitada y forzada aunque no se encontraron signos de violencia. Las dificultades por las que atravesaban -su madre se había quedado viuda hacía dos meses y tenía que hacerse cargo de 14 hijos sin apenas ayuda familiar- llevó a sospechar que alguien cercano se los había llevado para darles una vida mejor. En el entorno de los niños había gente adinerada y las investigaciones condujeran a la policía hasta Portugal, pero allí se perdió el rastro.


Se trata de casos sin resolver, casos que han marcado la vida de una familia, de unos vecinos, de unos agentes de policía y de una sociedad en general. Muchos de ellos desaparecieron hace más de veinte años; otros son más recientes. Algunos serán encontrados y otros puede que nunca más se sepa. Sin embargo, vale la pena no olvidarlos ya que, aunque ellos no estén, sí hay unas familias que siguen esperándolos día tras día.